Al despertar, la respiración me funcionaba al revés. El oxÃgeno salÃa de mi cuerpo después de llenar mis pulmones de dióxido de carbono. La sensación de ahogo no era del todo desagradable. Cuando mis pupilas por fin lograron enfocar, el fogonazo de luz blanca fue disminuyendo y pude darme cuenta de lo que estaba pasando.
Las nubes retrocedÃan, los pájaros volaban hacia atrás y la hierba de aquel hermoso valle iba introduciéndose en la tierra lentamente. El Sol se levantaba sobre mi cabeza, pero no era capaz de entender si salÃa o entraba.
Una amapola solitaria e imponente que tenÃa junto a mis pies comenzó a cerrarse, y fue ahà cuando decidà incorporarme como un resorte y sentarme sobre esa hierba que desaparecÃa bajo mi cuerpo, volviéndose a la vez más verde y nueva.
Miré mis manos.
— ¿Dónde estoy? ¿Por qué todo va hacia atrás?
No puedo explicarlo, pero en ese momento me acordé de un vals que bailaba con mi madre cuando era pequeño. Me subÃa a sus pies y me daba vueltas por el pequeño salón, agarrándome firmemente de las manos. En aquel momento sentÃa que volaba subido en el transporte más seguro del mundo.
El recuerdo se esfumó al levantar la vista y ver que mis pantalones me quedaban enormes. Del susto me levanté todo lo rápido que pude y me escurrà de ellos con facilidad, quedando totalmente desnudo.
Observé mi cuerpo.
— ¡Parece que tengo veinte años! ¿Otra vez?
Sentà por un instante que todo el lugar sanaba.
Ahora es de dÃa.
Ahora es de noche.
Eso me hizo recordar la vez que mi padre me subió al tren de la bruja. El vagón entraba y salÃa del túnel mientras nos reÃamos a carcajadas e intentábamos evitar el garrotazo en la cabeza.
Otro fogonazo de luz. Un pinchazo en la palma de las manos.
Al mirarlas de nuevo, un escalofrÃo me recorrió el cuerpo al ver que las lÃneas estaban desapareciendo.
— ¿Esa lÃnea cual era? ¿La de la vida? ¿La del amor?
Siempre he pensado que eran tonterÃas. Los pliegues de flexión palmar nos ayudan a estirar la piel y a ser capaces de apretar la mano. Se nos forman en el útero materno y que tengamos tres pliegues, o uno, depende de varios factores. En el grosor y la longitud de las mismas influyen temas como la herencia familiar o la raza. Luego llegó alguien y se inventó que esa lÃnea nos decÃa cuánto Ãbamos a vivir, cuántos hijos tendrÃamos o cuál era nuestro destino, y algunos pocos millones de personas le creyeron.
La lÃnea de la vida era la que más rápido desaparecÃa, y eso me hizo empezar a creer a mi también.
— ¡A buenas horas!
Cuando me quise dar cuenta, la noche y el dÃa cambiaban tan rápido que era imposible saber cuándo estabas. Todo era silencioso y rápido. Y ya no podÃa mantenerme en pie.
Una vez, cuando era casi un bebé, mi tÃo favorito del pueblo me lanzaba en el aire y me cogÃa de nuevo al caer. Yo reÃa, hasta que en una de esas idas y venidas al aire, me escurrà de sus manos y me di contra la mesa del patio, haciéndome un pequeño chichón. Nunca lo olvidaré.
— Lo que no entiendo es porqué estoy recordando estas cosas tan poco importantes. Si todo acaba ahora, y es de esta forma, ¿por qué se me viene esto a la mente?. Ya ni me acordaba de mi tÃo.
Y ahà estaba, desnudo como llegué al mundo, siendo testigo de un final, cuando otro fogonazo de luz blanca volvió a cegarme. Un pitido constante en mis oÃdos. Sentà que mis células se reorganizaban.
Y silencio.
Oscuridad.
El sonido de un llanto.
El llanto de un bebé.
El mÃo.
Cuando volvà a respirar, la bocanada de aire entró a mis pulmones como cientos de agujas.
Todo se ralentizó a mi alrededor. Alguien cortó un cordón que salÃa de mi tripa.
— ¿Por qué me hacen esto?
En seguida me tranquilicé cuando me colocaron encima de un cuerpo que reconocÃa como mÃo, pero más grande y externo, y escuché un latido de corazón que me indicó que todo volvÃa a ir hacia delante. Que todo estaba bien. Que todo volvÃa a empezar.
No recuerdo mi muerte, ni los años anteriores a ella, pero espero que todo lo olvidado me sirva para recorrer este nuevo comienzo.
E.Ciudad